El pasado 26 de enero fue el natalicio de la filósofa, investigadora y feminista María Lugones. Para conmemorar sus contribuciones, conversamos con la Profesora de Filosofía Rosario Olivares.
– ¿Qué contribuciones destacas de la filósofa, investigadora y feminista María Lugones?
Como muchas filósofas feministas destaca no solo por ser teórica, sino también una activista. Su vida estuvo marcada por fuertes violencias del poder patriarcal, tanto que llegó a estar internada en un centro de salud mental por su padre, donde recibió electroshock para frenar sus deseos sexuales. La suma de estas vivencias permitió poner el cuerpo en un lugar importante de su teoría, así como la raza y el género, contribuciones que destacan en su trabajo. Debido a su migración a EEUU, influyeron en ella los feminismos afroamericanos y chicanos, que se enfrentaron a las lecturas del feminismo blanco presentes hasta entonces en Latinoamérica marcado fuertemente por autoras como Irigaray y Wittig desde Europa, o más adelante Adrienne Rich o Nancy Fraser desde Estados Unidos, influencia que luego fue cambiando debido a su trabajo teórico y su insistencia, teniendo como lecturas centrales a “mujeres de color”, como ella también se denominaba, como Audre Lorde, Gloria Anzaldúa o Chela Sandoval.
– ¿Qué relaciones establece entre colonialidad y género?
Va a ser fundamental en su trabajo revisar la epistemología desde la cual se piensan los feminismos, y también el colonialismo, esto último a través de pensadores y pensadoras como Aníbal Quijano, Walter Mignolo y Catherine Walsh, parte del grupo de Colonialidad-Modernidad, donde desde una perspectiva crítica señalará que no fueron consideradas como base para el análisis, herramientas para revisar los fundamentos y formas de la violencia patriarcal. Fue así como, a la idea de “saber poder”, nuestra autora sumará la relación de la colonialidad y el género, entendiendo que tanto raza como género son constitutivos de una misma opresión, al igual que la realidad material presente en las intersecciones de la clase social y la sexualidad, criticando la heteronormatividad obligatoria. Uno de sus textos más importantes en la complejización de lo planteado en conceptos como la colonialidad del poder, fue “Colonialidad y género: hacia un feminismo decolonial”, texto que polemizó e inspiró muchos debates académicos y políticos.
– ¿Qué lugar ocupa la resistencia en sus planteamientos?
Para María, en los feminismos de color se pueden advetir situaciones y ejes de opresión que no son vistos por el feminismo blanco, desde esos modos de vida, en general, lo que hacemos es resitir. “Al vivir bajo la opresión racial, las mujeres encontraron, de forma dispersa, maneras de pensar que son resistentes”, en palabras de María Lugones, una forma de entender esto se encuentra en uno de sus conceptos más conocidos, la “subjetividad activa”, idea que se opone al carácter individual del sistema neoliberal, para alojarse en una forma de vida comunal presente en nuestros pueblos en forma de resistencia pese a la hegemonía colonizadora. Este proceso implica formas de abordar lo que pensamos bajo otros marcos epistemológicos, entre voces y vías diferentes, dirá nuestra autora, pero sobre todo en la experiencia, porque “no se tiene una filosofía de la resistencia, ni un pensamiento de ella: se resiste”.
– Si pudieras conversar con ella, ¿qué te gustaría que abordaran o qué le preguntarías?
Como profesora, creo que una de las cosas fundamentales que conversaría con ella si pudiera, sería cómo pensar y ejercer la relación entre colonialidad y género en la educación, sobre todo a partir de su rol como docente en la universidad y su experiencia con la educación popular. Este es un debate que está muy presente en nuestros avances de educación no sexista, en un país que se proyecta plurinacional desde la CC, y que cotidianamente se encuentra con la migración sur-sur dentro de sus escuelas, liceos y universidades. Una educación desde el feminismo interseccional, pero también cómo hacer política desde esos entramados, en un momento en Chile donde la institucionalidad y la movilización social se han entrecruzado mucho más que antes, pero fundamentalmente donde el movimiento feminista ha tenido un rol fundamental.